BASÍLICA DE SAN AMBROSIO
Edificada entre el año 379 y el 386 por querer del obispo de Milán, San Ambrosio, fue construida en una zona en la que se
había sepultado anteriormente a cristianos martirizados durante las persecuciones romanas. Por este motivo fue dedicada
a los mártires y se la llamaba Basilica Martyrum: el mismo Ambroio quería poner en ella todas las reliquias de los mártires
Sátiro y Víctor de Calcedonia, Nabor, Vital, Féliz, Valeria, Gervasio y Protasio. Cuando el mismo obispo Ambrosio fue
sepultado en la basílica le fue cambiado el nombre.
En el siglo IX, sufrió importantes reestructuraciones queridas por el obispo Angiberto II (824-860), quien hizo añadir el
ábside, precedida por una bóveda de cañón, bajo el cual se desarrollaban las celebraciones litúrgicas. Durante el mismo período, el ábside fue decorado con un gran mosaico, el Redentor en el trono entre los mártires Protasio y Gervasio, con los arcángeles Miguel y Gabriel, unido a dos episodios de la vida de san Ambrosio.
En el ciborio de época arte paleocristiano, se añadieron cuatro tímpanos, decorados con estucos del siglo X.
Bajo el ciborio se colocó el altar de San Ambrosio, obra maestra de la orfebrería carolingia, en oro, plata, dorado,
piedras preciosas y esmaltes.
La basílica llegó a su aspecto definitivo entre 1088 y 1099, cuando por iniciativa del obispo Anselmo, se reconstruyó según
los esquemas de la arquitectura románica. Se mantuvieron las tres naves (sin transepto) y tres ábsides correspondientes,
además de un cuadripórtico.
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